sábado, mayo 21, 2011

El Bolígrafo de Gel Verde | Eloy Moreno


Después de casi dos semanas empecinados, con la ilusión como principal motor del esfuerzo, acariciábamos la esperanza de terminarla. Contemplamos, ya durante el anterior verano, la necesidad de construir un lugar donde guarecernos del sol de las tierras manchegas; un refugio donde suavizar una sequedad a la que no acabábamos de acostumbrarnos los que venáimos de la costa.
Podríamos haber esperado a que la tarde estuviera mucho más madura -aunque ahora, desde el recuerdo, no sé si eso hubiese alterado en algo lo que vino después-, pero los días pasaban demasiado rápido y sólo agosto era nuestro.
Aquella tarde comanzamos pronto. Con el postre aún entre los dientes, nos levantamos de la mesa para recorrer, con pasos que casi eran saltos, el largo pasillo que separaba el pequeño comedor de la gran cocina: espaciosa, con nevera de las de congelador arriba; conjunto de horno y encimera de butano; pila de mármol amarillento; dos sillas de las de asiento de mimbre y respaldo de madera; y una mesa, arrinconada en la pared, sobre la cual colgaba, desde hacía años, el mismo calendario: una joven señorita -o no tanto- nos mostraba, enfundada en un mono azul, sus generosos pechos convenientemente embadurnados de aceite: Talleres Garrido, 1981.
Desde la cocina, a través de una cortina de canutillos, se accedía a la galería: alargada y extremadamente extrecha. La recorrimos en apenas cuatro zancadas para dirigirnos a la escalera -de pendiente acusada, peldaños agrietados y barandilla oxidada- que desembocaba en el patio.
No era aquel patio grande, sino enorme. Tapizado de tierra y de aspecto rectangular, distribuía, a la izquierda, una pequeña piscina junto a medio campo de baloncesto; al fondo, dos portás gigantes; y a la derecha, también al fondo, el rincón donde habíamos estado trabajando durante tantos días.


Con esta lectura he tenido sentimientos encontrados, me ha gustado pero también no me ha gustado. Lo primero que he de decir es que lo que ha ocurrido con Eloy Moreno y su primer libro me ha encantado. Lo positivo que he de decir de esta lectura es que el autor tiene la capacidad de llevarnos de un extremo al otro en lo referente a los sentimientos, lo hace tan también que la mayor parte del tiempo andas como por los suelos pero al final también cosigue llevarte muy arriba. Lo negativo, es que hay un no se que inunda toda la historia que te deja una sensación de quedarte a medias incluso el final es como demasiado de película, no me explico más porque no quiero destriparos el libro. Ahhh y parece mentira que el diseño de portada sea mejor cuando el libro es autoeditado por él que cuando se lo publica una editorial.
Eloy es un tipo inteligente que ha aprovechado el boca-oreja como muchos desean pero no consiguen además por entrevistas que he visto y leído se lo ha currado y por eso mismo hay que apostar por él y todos deberíamos de leer El Bolígrafo de Gel Verde. Tengo la ilusión de que cuando saque su siguiente novela me llene más y de lo que no me cabe duda es de que sacará esa novela.

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