sábado, noviembre 27, 2010

El Pájaro Espectador | Wallace Stegner


En una mañana de febrero en la que un frente frío avanza desde el Pacífico, aunque todavía no ha llegado del todo, los vientos son variables y racheados, las nubes parecen aplastarnos y un chaparrón de lluvia fina oscurece de cuando en cuando las losetas de la terraza, este lugar no se ajusta a ninguno de esos clichés sobre California con los que anuncian las Ciudades del Sol para el Crepúsculo de sus Días. Ni cielos monótonos, ni mañanas frías y nubladas, ni tardes plácidas que se confunden con anocheceres frescos. Este es el tiempo de los mares del Norte. El cielo hierbe de nubes, el sol relumbra de vez en cuando como el ojo que abre un paciente drogado y el breve rayo de inteligencia que proyecta ilumina los montes y convierte una urbanización lejana en una vista de Toledo.
Unos rascadores pardos bien gorditos se van juntando unos con otros disimuladamente, las palomas torcaces cuellirrosas rebuscan entre la hierba, el campo vecino se llena de golpe de petirrojos que aparecen como volanderas, comiscan un rato y se marchan todos juntos como si obedeciesen a una orden. Desde el estudio puedo ver a los chochines y herrerillos posados en la encina.


Está claro, de Wallace Stegner hay que leer todos sus libros, pero una vez que has degustado En lugar Seguro, empiezan los problemas. Intenté leer Ángulo de Reposo y he preferido dejarlo para otro momento con El Pájaro Espectador fué diferente pero una vez terminado he de decir que he disfrutado con su lectura pero para nada me sedujo como su último libro. Para ser justo con este gran autor he de decir que El Pájaro Espectador es una elegante y entrañable historia narrada por un personaje en su ocaso, donde hace balance del camino.

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